09 enero 2012

NINETY MILES: DAVID SANCHEZ, STEFON HARRIS & CHRISTIAN SCOTT

Noventa millas es justo la distancia que separa las ciudades de Miami y La Habana. También es la distancia que separa dos modos de vivir y dos maneras de entender la música que con este proyecto llamado Ninety Miles (Concord Picante) liderado por tres extraordinarios músicos del jazz estadounidense como son el vibrafonista Stefon Harris, el saxofonista David Sánchez y la joven figura de la trompeta Christian Scott se acercan y confluyen.

Ninety Miles es una especie de ‘all stars’ del joven jazz norteamericano visitando un país, Cuba, donde acompañados por los respectivos cuartetos de dos grandes pianistas cubanos Rember Duharte y Harold López-Nussa terminan creando una mezcla de jazz de altura con música cubana de primer orden.

El disco fue grabado por completo en La Habana y el repertorio lo conforman una mezcla de temas originales de dos de los ‘líderes’ del proyecto y de Rember Duharte y López-Nussa arreglados para la ocasión con mucho gusto.

Un proyecto ambicioso que tuvo como marco los ensayos del concierto único que los músicos ofrecieron en el Festival de Jazz de la Habana en 2010.

Su visión de Cuba puede resultar a los ojos de algunos las de unos turistas musicales, pero qué turistas. Se puede apreciar una energía y una alegría contagiosa en las nueve composiciones del álbum que en algunos momentos desborda y acaba invitando a danzar en algunos temas de la grabación.

El disco se inicia con un bello tema firmado por Rember Duharte Ñengueleru que recuerda la labor realizada por Steve Coleman en su momento con la música cubana, le sigue uno de los dos temas de carácter mas ortodoxo firmados por López–Nussa E’Cha, le toca a David Sánchez demostrar su valía con dos composiciones propias City Sunrise y The Forgotten Ones y a Stefon destacar con su Black Action Figure mas cercanas al jazz estadounidense. Congo es la nueva demostración del estilo como compositor de Duharte. Stefon Harris vuelve a coger los mandos de la sesión con dos nuevos temas And This Too Shall Pass y Brown Belle Blues quedando para el final el La Fiesta Va de Harold López–Nussa.

Este trabajo Ninenty Miles acaba por convertirse en un bello experimento que debería tener continuidad en un futuro.

Músicos: Stefon Harris (vibráfono); David Sánchez (saxo tenor); Christian Scott (trompeta). Músicos invitados: Rember Duharte; Harold Lopez–Nussa
Label: Concord Picante
Año: 2011
Estilo: Jazz


TRACKS
1. Nengueleru 5:04
2. E'cha 4:17
3. City Sunrise 6:47
4. The Forgotten Ones 3:53
5. Black Action Figure 6:21
6. Congo 6:30
7. And This Too Shall Pass 9:28
8. Brown Belle Blues 5:00
9. La Fiesta Va 5:46








¿QUIEN FUE CATALINO "TITE" CURET ALONSO?

Es uno de los compositores puertorriqueños más prolíferos de la última mitad de siglo. Y uno de los que más canciones ha llevado al primer lugar de la popularidad. 

A continuación una reseña de este extraordinario escritor y compositor puertorriqueño. El Hombre A lo largo de su trayectoria, el destacado escritor puertorriqueño logró esculpir en sus composiciones musicales, sus poemas y sus notas periodísticas estampas de una sociedad convulsa cimentada a la sombra de un modelo económico y político desigual que dejó a su paso amplias fronteras de marginación social. 

Tite Curet vivió en la pobreza y conoció de primera mano las vicisitudes que hay que enfrentar cuando se crece arropado por la injusticia. Por eso, su extensa obra musical es un fiel retrato del Puerto Rico que transcurre en la segunda mitad del pasado siglo. 

Nacido el 12 de febrero de 1926, en una región de cañaverales en el barrio Hoyo Inglés, en Guayama, un pueblo costero al sur de la Isla, el versado compositor se consagró como propulsor de la llamada "salsa de conciencia" porque en sus letras se reflejaban los rostros de nuestra realidad social. 

Más que canciones, Tite Curet compuso estampas melódicas que, además de dibujar la pobreza, reivindicaban con fuerza nuestra negritud caribeña y esculpían el tema del amor desde una propuesta poética matizada en tonos de despecho, tragedia y desventura. 

Aun cuando su carrera formal como compositor inició a los 39 años de edad, desde temprano en su juventud develó su pasión por la escritura. Tenía apenas 18 años cuando el joven poeta, que entonces vivía en el sector Barrio Obrero de la zona de Santurce, en San Juan, se ganaba la vida escribiendo versos que se estampaban en tarjetas comerciales. Así fue delineando su talante como escritor, arte que fue curtiendo en el intercambio epistolar que mantuvo continuamente con su padre, don Eduardo Curet, un profesor de español y músico de la orquesta de Simón Madera, quien solía devolverle sus cartas corregidas en estilo, sintaxis y ortografía.

Tite Curet llegó a San Juan en 1928 junto a su madre, doña Juana Alonso, una costurera doméstica. Creció en Santurce bajo la tutela de sus abuelos maternos Estéfana Amaura y Nicolás Alonso y al son de los tambores que descargaban ritmos de rumba, bomba y plena. Su adolescencia la compartió con Rafael Cortijo, Ismael Rivera y Daniel Santos, quienes también se convirtieron en figuras relevantes para el desarrollo de nuestra cultura musical popular moderna. 

En su lozana juventud, se lanzó a estudiar solfeo y teoría musical con el profesor Jorge Rubián, aunque optó por continuar las señas de su inclinación poética, inspirado, en parte, por su tío Amado Alonso, quien fuera periodista del viejo periódico El Imparcial. Luego, prosiguió estudios universitarios en farmacia, periodismo y sociología, disciplinas que le permitieron ampliar las fronteras de su conocimiento para entender, con mayor rigor, los entresijos de la época crispada que le tocó vivir. 

Tite Curet trabajó toda su vida como despachador de cartas en la Oficina del Servicio Postal de Estados Unidos en San Juan. Sin embargo, nunca abandonó el oficio de la escritura, desarrollándose primero como periodista y poco después como compositor. Por varios años, a principios de la década de 1960, fue redactor deportivo para el diario La Prensa y la revista teatral Extra, ambas en Nueva York, oportunidad que le permitió conectarse con la realidad social de los puertorriqueños en la diáspora. Fue en esa ciudad, precisamente, donde en 1965 se aventuró a componer su primera canción, titulada Efectivamente, y que se consignó en una de las producciones discográficas del Conjunto Cachana que comandaba Joe Quijano.

Los ejes temáticos en los que se inscribe la obra de Tite Curet Alonso pueden sintetizarse en el retrato social de la pobreza y la desigualdad; el amor y sus desventuras; y el valor de nuestra negritud antillana. Hay, además, temas patrióticos que revelan la inmensa pasión que tenía por su terruño, Puerto Rico; inspiraciones con matices religiosos; y melodías de corte político, aunque en ese renglón el autor siempre mostró rasgos de modelada cautela. Reina de la canción latina, en 1968, fue escrito originalmente para el famoso vocalista Roberto Ledesma, bajo el título de El gran tirano. Mas éste rechazó su interpretación dejando el terreno expedito para que el compositor adaptara su inspiración, que viajaba en una nota de irreverencia y desengaño amoroso, a una voz femenina. Fue el productor del sello Tico Records, Morris Pelman, recordado por el seudónimo de "Pancho Cristal", quien al aceptar la grabación de La tirana abrió el paso de Tite Curet en la música popular y en la floreciente industria discográfica neoyorquina.

El éxito que derivó ese tema afianzó una buena relación profesional entre el compositor, el productor y la intérprete, quien gracias a esta canción recuperó el horizonte artístico que había perdido tras su salida de la orquesta del maestro Tito Puente. Sin demoras, ese mismo año Tite Curet compuso para La Lupe el bolero Carcajada final, que apareció en el álbum La era de La Lupe. Un año después, en 1969, le brindó a la cantante el tema Puro teatro, que se convirtió en el mayor éxito de su disco Es la reina. "La Lupe es una especie de corriente cariñosa. A veces es necesario procurarla. A veces se la estima mejor a la distancia. Yo opino que La Lupe, ahora que luce más delgada que en otros tiempos, canta con un nuevo concepto de uso vocal y afinación. Es que hay carreras que progresan, y en este álbum demuestra su acción interpretativa, arma suya de poder mayor, en todo su apogeo. El encuentro fue un placer para ambos y como la intención siempre fue compartirlo con ustedes, aquí tienen un encuentro con La Lupe", escribió Tite Curet en el prólogo que acompañó la producción Un encuentro con La Lupe, disco que la cantante grabó en 1974 con canciones del compositor puertorriqueño.

El éxito de La Lupe fue la consagración musical de Tite Curet y la llave que abrió sus puertas a la fama. Pasó poco tiempo para que sus canciones fueran solicitadas por los más afamados intérpretes de música popular, como sucedió con el trío Los Andinos, que en 1969 hizo famoso el tema Detuve el reloj. Después apareció el estelar Tito Rodríguez con el bolero Tiemblas y el trío Los Condes con Brujería.

Tite Curet fue un eterno enamorado, aunque, como él mismo afirmó, el tono de su romanticismo atendió más al drama de la desventura y el dolor de la tragedia que marca el despecho y la partida, como también se aprecia en las melodías Franqueza cruel, Trizas, Amantes, Temes, Mi triste problema, Fiel, El divorcio aquel, Tú solamente y De todas maneras rosas. 

Otra de las obras que significó el donaire romántico del compositor fue el disco Curet Alonso presenta el mucho feeling de Renée Barrios, producido en 1973 por la cantante Renée Barrios, en un proyecto que fue, a su vez, el primer trabajo del autor como productor musical. 

En la salsa, Tite Curet aportó una visión social reivindicativa que, además de denunciar injusticias, enalteció los valores de nuestra esencia antillana. Su primera aparición en el movimiento salsero, impulsado a finales de la década de 1960 por la casa discográfica Fania, fue en el disco Apolo 1, grabado en 1969 por la recién constituida agrupación de Roberto Roena y en el que Tite Curet aportó las canciones El barrio sin guapo y Tú, loco loco, y yo, tranquilo. Asimismo, el maestro Bobby Valentín incluyó en 1970 el tema Huracán de pasión en su disco Algo nuevo, interpretado por Franky Hernández. Más adelante, el denominado "Rey del Bajo" le grabó las canciones Total para nada, Papel de payaso, Pirata de la mar, La Leonor y los boleros Copa de soledad y El matakán, entre otros éxitos que le siguieron en su extensa trayectoria. 

En 1972, las composiciones de Tite Curet tronaron en las producciones de Héctor Lavoe y Willie Colón (Piraña, aparecida en el álbum El juicio) y Pete "El Conde" Rodríguez y Johnny Pacheco (La esencia del guaguancó, del disco La perfecta combinación). "Tite Curet fue la columna vertebral de la salsa, y quien le dio al género un matiz social, de vivencias. Tuvo éxito en su trabajo porque fue un intérprete fiel de lo que sentía el pueblo, de cómo vivía y se amaba en el Caribe y de los sufrimientos y la felicidad del caribeño. 

Con miles de canciones, este señor, que fue un empedernido amante del periodismo, escribió historias y crónicas del amor. Nunca se le dio el título de periodista porque tenía la costumbre de ponerle música a sus artículos". Elmer González, historiador y periodista, en una entrevista por Radio Universidad de Puerto Rico, en agosto de 2003.

En tanto, el cénit de su carrera como compositor advino en 1972 con el disco Cheo, la producción que marcó el retorno del cantante José "Cheo" Feliciano tras tres años ausentes de los escenarios musicales. Este trabajo fue hecho a la medida de la voz del vocalista y significó, a su vez, un nuevo resurgir en su historia. Anacaona, Pienso en ti, Pa' que afinquen, Mi triste problema, Esto es el guaguancó, Mano caliente y Franqueza cruel se convirtieron, sin demora, en éxitos rotundos del destacado salsero. Este disco selló, además, una relación de amistad y camaradería entre Cheo y Tite Curet que perduró hasta el último suspiro del compositor.

La letra del autor y la voz del cantante volvieron a zurcirse en el disco Cheo Feliciano with a Little Help from My Friend, aparecida en 1973, con los temas Huellas de ti, Voy a prisa, Esa es la que es, Guaguancó te dedico, Naborí, Armonioso cantar, Salomé, Tema de tu regreso, Hace furor y Pensar en ti. Ese mismo año, la pareja de camaradas celebró la Navidad con la producción Felicidades, que incluyó, de la pluma de Tite Curet, las melodías Aleluya en los campos, A las alegres campanas, Pa' la gente panameña, La fiesta y Felicidades.

Al paso de los años, Cheo Feliciano continuó grabando las inspiraciones de Tite Curet. En la salsa, las canciones del creador de La tirana también encontraron eco en las producciones musicales de Pete "El Conde" Rodríguez, quien en 1974 grabó los temas Babaíla, Sombras que pasó y Un toque pa' Yambao. Ese mismo año, Justo Betancourt puso voz a la inspiración Sigo bravo y Matancero soy. 

En 1975, Ray Barretto grabó Testigo fuí y Vale más un guaguancó, esta última con la participación vocal de Rubén Blades y Tito Gómez. Ese fue el mismo año del éxito de Planté bandera, grabado con maestría por la orquesta de Tommy Olivencia en voz del gran sonero Chamaco Ramírez y con un arreglo musical de Luis "Perico" Ortiz. En ese mismo disco se incluyeron también los temas Casimira y Como novela de amor. Antes, esta agrupación había grabado María la Belicosa. 

Otro de los grandes intérpretes de Tite Curet fue Héctor Lavoe, quien en 1976 hizo famoso Periódico de ayer, incluido en el álbum De ti depende. Un año antes, su canción Una tarjeta postal halló eco en voz de Ismael Rivera, quien, en 1977, grabó De todas maneras rosas, Mi música, Profesión esperanza y La oportunidad. Luego, en 1978, "El Sonero Mayor" consignó en su disco Esto es lo mío las canciones Las caras lindas y La Perla.

Desde el primer trazo de su lírica, Tite Curet se convirtió en uno de los compositores más solicitados por los intérpretes salseros, habiendo consignado su gran talento en voces como las de Andy Montañez, Ismael Miranda, Celia Cruz, Chamaco Ramírez, Rubén Blades, Lalo Rodríguez, Frankie Ruiz, Gilberto Santa Rosa, Marvin Santiago, Nacho Sanabria, Ismael Quintana, José Alberto "El Canario", Ismael Rivera, hijo, y Viti Ruiz, entre otros. De la misma manera, orquestas como la Sonora Matancera, la Sonora Ponceña, Las Estrellas de Fania y Puerto Rico All Stars, entre otras, no fallaron en incorporar sus inspiraciones en sus producciones. 

El extenso cancionero de Tite Curet, que supera las dos mil composiciones, se ha hecho sentir también en voces importantes de la canción afrocaribeña, como, por ejemplo, Tito Rodríguez, Olga Guillot, Santitos Colón, Vitín Avilés, José Feliciano, Nelson Ned, Chucho Avellanet, Lucecita Benítez, Imelda Miller, Sandro, Tony Croatto, el grupo Menudo y el conjunto Atabal. Su Legado Tite Curet trazó el modelo de composición de música popular antillana más significativo en el último cuarto del siglo XX, con una profundidad y un rigor lírico a la estatura de Rafael Hernández y Pedro Flores. 

Su obra penetró en el desarrollo de una nueva historiografía social musical al rescate de nuestra identidad nacional, tras presentar en sus composiciones las voces de figuras como Salomé, la guahatabeya del Caribe; Anacaona, la princesa taína; la siboneya Naborí, el esclavo Babaíla y la historia de Plantación adentro, que relata las luchas de nuestro negro cimarrón. Igual hizo con su cántico a nuestra negritud antillana, destacada en Las caras lindas. 

De la misma forma, zurció en su arte historias que ensalzan el valor de la gente pobre que, víctima de las injusticias sociales derivadas de un modelo económico y político desigual, van construyendo su porvenir, como se hace sentir en La Perla, Lamento de Concepción, Los entierros, Juan Albañil y Pa' los caseríos, entre otras.

En sus canciones también yace el retrato del malandreo, apreciado, por ejemplo, en Juanito Alimaña, Galera tres y Chotorro. Además de salsa y boleros, Tite Curet compuso baladas, merengues y canciones neofolclóricas. En portugués escribió Y después del amor, una composición que Los Hermanos Castro interpretaron en una de las ediciones de El festival de Río, en Brasil. 

Entre otras hazañas, escribió la letra en español del tema Candilejas de Charlie Chaplin, grabada por el baladista Wilkins; hizo la versión al castellano de Si yo fuera rico para Chucho Avellanet; adaptó a la salsa los temas brasileños Usted abusó, La paz de tu sonrisa y La palabra adiós; y compuso en español para el baladista Nelson Ned. 

En 1975, Tite Curet realizó una de sus más avezadas proezas, al producir un disco con su voz que tituló Con un poco de algo, alimentado de inspiraciones a ritmo de en bolero, guaracha y guaguancó, como Caonabo, Triste vendabal, El solitario, Lo que fue tu amor, Afuera llueve, Tu antifaz, Eres la mulata y Sin culpa. Este trabajo no trascendió.  

Varias de las canciones del compositor han sido utilizadas en producciones cinematográficas, como ocurrió con los filmes Bad Habits, Mujeres al borde de un ataque de nervios y The Godfather II, abonando al reconocimiento de una extensa obra que ha sido aplaudida en todo el mundo a través de festivales internacionales. 

El valor de su trabajo también fue destacado por la Record World Magazine, entidad que en diciembre de 2000 le otorgó la distinción de Mejor Compositor Latinoamericano. Ese mismo año, su nombre figuró entre las cien figuras más importantes del milenio seleccionadas por el diario español ABC de España. 

En Puerto Rico, en tanto, obtuvo el título de Doctor Honoris Causa en Música y Artes otorgado por la Universidad de Puerto Rico y la Universidad del Turabo. Asimismo, en el año 2002, la estación Radio Universidad de Puerto Rico (WRTU 89.7) lo nombró una de las personalidades más importantes de la cultura nacional puertorriqueña. 

Antes de morir, a los 77 años de edad, el Municipio de San Juan habría bautizado con su nombre la Biblioteca Cultural de la ciudad capital. Tite Curet, que se desempeñó como columnista en los periódicos El Mundo, El Reportero, El Vocero y Primera Hora, así como en las revistas Vea, Variedades y Estrellas, falleció el 5 de agosto de 2002 víctima de un paro respiratorio mientras yacía hospitalizado en el hospital Saint Joseph, en la ciudad de Baltimore.

    

02 enero 2012

"OUR LATIN THING": CELEBRANDO 40 AÑOS DE SALSA


El 26 de agosto de 1971 el escenario del Cheetah, el célebre club neoyorquino de la Calle 53, acogió el desembarco de Fania All Stars. Más de 4.000 personas asistieron al histórico espectáculo que reunió a la plana mayor del sello fundado por Johnny Pacheco y Jerry Masucci. Aquella noche mágica quedó registrada en un maravilloso álbum doble, Fania All-Stars Live at Cheetah (Fania, 1971 & 1973), que pasaría a los anales como inmortal testimonio de la explosión creativa de la escena latina de la Gran Manzana. Un órdago de metales y percusiones que invitan al éxtasis rítmico colectivo a través de unos larguísimos desarrollos instrumentales a la altura de las orquestas de James Brown y Duke Ellington. Pero, sobre todo, una lección de vida que el oscarizado cineasta Leon Gast (Cuando fuimos reyes, 1996) se encargó de plasmar en celuloide.

Para celebrar como se merece el 40 aniversario del estreno de Our Latin Thing (Nuestra Cosa), el sello Fania reedita el DVD con la película remasterizada, y dos CDs con la música de la película y algunos temas adicionales.


El proyecto partió de la epifanía experimentada por Jerry Masucci mientras asistía a una sesión de grabación particularmente inspirada en los míticos estudios Red Garter de Greenwich Village. Haciendo gala de su infalible olfato para los negocios, Masucci fantaseaba con la posibilidad de contagiar el ritmo latino a la audiencia norteamericana a través de la gran pantalla, siguiendo el exitoso modelo del documental sobre Woodstock estrenado un año antes. Gracias a la mediación de su mano derecha en materia de producción, el también músico Larry Harlow, consiguió convencer a Leon Gast para hacer realidad su sueño. Según reconoce el propio Gast en las notas interiores de la presente edición, Our Latin Thing suponía la clase de reto que un joven realizador como él andaba buscando para dar el salto al largometraje.

A pesar del escaso presupuesto, Gast y su equipo consiguieron solventar los innumerables problemas técnicos que entrañaba el rodaje sacándole partido a las ventajas narrativas que ofrece el formato documental. Es por eso que la cámara aprovecha la menor oportunidad para echarse a la calle en busca de la verdadera esencia de aquel Spanish Harlem en el que se crió Ray Barretto y donde emigrantes como Chano Pozo y Héctor Lavoe forjarían su leyenda. La principal virtud de la película reside en la vocación naturalista con la que retrata El Barrio, recorriendo sus calles como un transeúnte más y haciendo partícipe al espectador en peleas de gallos, timbas de dominó y verbenas callejeras.


El hecho de no limitarse a transportar al espectador a la primera fila de la pista de baile supone un valor cinematográfico añadido que, al margen de demorarse en los ensayos previos y las jornadas de trabajo en el estudio con los artistas, aporta a la película una inesperada carga simbólica en sus momentos más inspirados. El buen ojo de Gast en estos menesteres nos regala un par de escenas de insólito costumbrismo a cargo de Ismael Miranda (como dependiente en una botica de santería) y el gran Barretto (sirviendo granizados de tamarindo), que elevan el discurso del film a un nivel casi etnológico, subrayando las raíces afro-latinas y su influencia cultural hispano-norteamericana.


En el ejemplar arranque de la película, acompañamos a un niño en una laberíntica carrera hasta un solar donde una docena de niños, encaramados a un andamio, improvisan al son de latas, tambores y timbales. Gast aprovecha la costumbre local de suplir los costosos juegos de percusiones golpeando cubos de basura y buzones de correos, para abordar la música salsa como un medio de expresión popular que expía las adversidades de la marginalidad y la pobreza a golpe de cadera. Precisamente de las manos de uno de estos chicos pasamos a las del mismísimo Barretto mientras ensaya Cocinando junto al resto de la banda. Durante la prueba de sonido en el Cheetah, una pareja baila entusiasmada en una elipsis hasta la noche de la actuación. Ya sobre las tablas,Izzy Sanabria ejerce de maestro de ceremonias para una sensacional ronda de improvisaciones al micrófono, Quítate tú (Pa' Ponerme Yo).


Empieza la fiesta y nuestra cosa se pone todavía más seria: las sucesivas interpretaciones de Ponte Duro, la frenética Descarga Fania y la solidaria Abran Paso, son de las que encienden la sangre al tiempo que alimentan el espíritu. A los ya citados Barretto, Lavoe y Miranda, se suman Larry Harlow, Johnny Pacheco, Boby Valentín, Santos Colón, Willie Colón, Pete "El Conde" Rodríguez y Bobby Cruz, entre otros. Una formación irrepetible que sirve como detonante del boom salsero de los años setenta, inaugurando la época de esplendor de un género que retomaba con orgullo el idioma español como principal seña de identidad.


Sin perder por ello de vista la orientación eminentemente musical del proyecto, Our Latin Thing funciona como recordatorio del compromiso de Fania con la realidad social del momento, trasladando a sus imágenes el cariz reivindicativo de canciones como Anacaona en plena época de la lucha por los derechos civiles. Y lo que es más importante, evidenciando el poder subversivo del mestizaje sonoro que hizo de la etiqueta genérica salsa un término universal e inmortal. Apenas un par de años después, en 1973, las estrellas de Fania congregaban 45.000 fieles en el Yankee Stadium de la ciudad de Nueva York; y al siguiente, ponían patas arriba el continente africano con la complicidad de la guitarra eléctrica de Jorge Santana. Por cosas como éstas, como diría Barretto, ¡Que viva la música!






JERRY MASUCCI


JOHNNY PACHECO

SPANISH HARLEM ORCHESTRA: “IMAGENES LATINAS”

  Oscar Hernández and the Spanish Harlem Orchestra [SHO] have set the bar so high for the kind of Afro-Caribbean ensemble musicianship ...