PREAMBULO
En la actualidad existe una calle en la ciudad de La Habana llamada Calle O’Farrill, cuyo nombre rinde honor a un ex-alcalde de la capital cubana. Este personaje era hijo de un irlandés que arribó en aquel encantador puerto marítimo durante el siglo diecinueve. Como tantos otros emigrantes de la epoca colonial, el irlandés plantó raices y se quedó en la isla para siempre. Y, como muchos otros emigrantes, aportó su granito de arena al desarrollo de aquella diversa cultura, tan diversa que hoy dia se puede apreciar la presencia de catalánes, visigodos, romanos, gallegos, moros, célticos, judíos, yórubas, congos, vascos, ingléses, franceses, haitianos, jamaiquínos, chinos, cartageneros, canarios y hasta mayas.
Antes de la llegada de O’Farrill a La Habana esta ciudad ya disfrutaba de más de tres siglos de cultura. La confluencia de culturas que se dió no solamente en La Habana sino por toda la isla caribeña, desde el mismo momento del llamado descubrimiento, creó las condiciones para lo que a traves de largos siglos sería conocido como la “expresión criolla”. Uno de los acentos más fundamentales de aquella nueva expresión fué la música. Cuba fué, y aún es un punto focal en el contínuo desarrollo de esa música. Durante su larga trayectoria musical Cuba se ha distinguido por sus grandes creadores e intérpretes. Entre ellos, el tataranieto de aquel emigrante irlandés, cuyo nombre fué y aún es sinónimo con el JAZZ LATINO; me refiero al distinguido maestro ARTURO “CHICO” O’FARRILL.
ACLARACIÓN
Con la desaparición física de los pioneros Pérez Prado, Peruchín Justiz, Mario Bauzá y René Hernandez; Chico O’Farrill quedó por varios años como el protagonista más importante de la vieja guardia y de la nueva ola musical cubana en este pais. Su presencia en una ciudad tan cosmopólita como Nueva York – completamente comercializada – aseguró que el género sobreviviera. Su figura amistosa y jovial motivó a miles de músicos jovenes del patio a seguir cultivando el jazz afrocubano. Si existe alguna duda en las mentes de los que ahora leen este escrito, entonces los diríjo a ellos; a los seguidores y admiradores del viejo O’Farrill. Busquen sus testimonios y veran si es cierto o no. El tiempo va volando y ha pasado casi una década de su muerte, y aún, su memoria es venerada y su nombre es respetado por todo aquel o aquella que conozca de música moderna.
BUENO, Y PARA EL QUE NO SABE; HE AQUI UN POQUITO DE HISTORIA
ARTURO “CHICO” O’FARRILL nació en La Habana del 1921, cuando el són imperaba y la cónga arrebataba. Su padre fué un eminente abogado de la epoca republicana, y su anhelo era que su hijo Arturito tambien fuera abogado. El destino, que como todos sabemos no le hace caso a los mortales, llevó al joven Arturito por otro sendero y en 1941 éste se inició en el campo de la música popular. De no haber tomado esta decisión, el historial del jazz afrocubano hubiera sido algo muy diferente. Quizás no hubiera ni existido. Por más de medio siglo, este genial creador musical estuvo a la vanguardia de un estilo innovador que muchos conocen hoy como latin jazz, o jazz latino. En sus inicios este género tuvo varias etiquetas, tal como cubop, mambo jazz y afro-cuban jazz; sin embargo el título que actualmente lleva es el que lo ha colocado en un plano de popularidad a nivel mundial. Si alguna vez el latin jazz tuvo musa, su nombre tendría que ser Chico O’Farrill.
La obra musical de O’Farrill es conocida tanto en la farandula norteamericana como en el mundo bailable latinoamericano por su extensa creatividad, sensibilidad temática, complejo polirítmico y orquestación de magnitud sinfónica, que abarca no solo su amor por la musica de Lecuona sino tambien por la de Debussy y Stravinsky. Su carrera musical comienza en los Estados Unidos, cuando el joven Arturo es internado por su padre en el Riverside Military School de Gainesville, Georgia. Allí nace su amor por las orquestas de jazz (big bands) y dentro de ese ambiente es que se alimenta musicalmente, escuchando las grabaciones de Benny Goodman, Artie Shaw, Glenn Miller y Tommy Dorsey, tanto que en poco tiempo se integra como trompetista de la banda militar y en varias agrupaciones de baile. Al regresar a Cuba, cursa sus estudios con el compositor Félix Guerrero, quien le sirve como una fuente de inspiración, especialmente en el campo de la composición y en su estudio sobre armonía. Se integra como miembro de la Orquesta Bellamar de Armando Romeu y de la orquesta de Isidro Perez.
Ya desde el 1948 Chico viajaba a Nueva York. Trabajó brevemente como arreglista para varios directores de orquesta, entre ellos Gil Fuller, Noro Morales, Frank “Machito” Grillo y Benny Goodman. En el año ’50 compuso su famoso “Afro-Cuban Jazz Suite” para el empresario Norman Granz y dicha obra fué grabada para el sello de este, utilizando como la base rítmica y acompañante a la orquesta de Machito y como solistas a los jazzistas Charlie Parker, Flip Philips y Buddy Rich.
LOS FABULOSOS AÑOS CINCUENTAS
Entra la siguiente década, y Chico forma su propia orquesta. Mantiene un fuerte horario de trabajo. Para el ’54 se arríma al jazzista Dizzy Gillespie y juntos realizan el famoso “Manteca Suite”. Regresa de nuevo a Cuba en el ’56 e inmediatamente comienza a trabajar para las mejores empresas disqueras de la isla como Panart y RCA Victor, participando en aquellas famosas descargas que hicieron tanta historia. Realiza además una formidable grabación para el popular Cuarteto D’Aida. Esta producción es lanzada de nuevo en disco compacto por BMG durante la última década del siglo veinte. En el 1958 el inquieto O¹Farrill vuelve a mudarse, esta vez para Méjico, y ahi su vida cambia radicalmente. Entra en un periodo de semi-retiro, aunque nunca deja de crear música. Allí compone su famosa “Azteca Suite” para el trompetista Art Farmer, y de nuevo hace historia.
LOS AÑOS ’60: ERA DE EXPERIMENTACIÓN
Durante la siguiente década se manifestarían varios géneros que por su novedad e inmensa popularidad en los Estados Unidos lograrían imponerse alrededor del mundo. Los arquitectos de la nueva moda utilizaron nuevas técnicas, estilos y sonidos, especialmente en el campo de la armonización. De repente la música popular dejó de ser exclusivamente para el salon de baile. Y por supuesto, aparecieron varios icónos del “nuevo sonido”; en el campo del jazz solo hay que mencionar la colaboración de Gil Evans y Miles Davis. El cubísmo y la africanía de Picasso durante las dos epocas anteriores se asociaron misteriosamente con el modernísmo musical; mientras tanto, en el cinema Marlon Brando explotaba con elocuencia y rebeldia sensual.
En el conglomerado latinoamericano, citamos la influencia de los antes mencionados pioneros, en su mayoría cubanos. Desde los años treinta la tradición cubana y el modernísmo americano iban formando una síntesis; los dos géneros caminaban las mismas calles en líneas paralelas que nunca se cruzaban; sin embargo su destino era la fusión. El lugar perfecto para esta convergencia, Nueva York. Conste, los intérpretes serian muchos; pero los arquitectos del sonido “nuevayorquino” lo formarían un grupo selecto, entre ellos el maestro O’Farrill.
Pero, porque Nueva York? Era lógico, y tenía que ser así. Porque Nueva York siempre ha sido la meca, el imán. De la misma manera que se habla del cine antes y después de la llegada de Marlon Brando a Nueva York, a la música moderna cubana se le aplica la misma analogía. El jazz afrocubano antes y después de Chico O’Farrill.
NUEVA YORK: LOS AÑOS FRUCTÍFEROS
Desde Mexico Chico O’farrill continúa escribiendo música para artistas y compositores tan diversos como Beny Moré, Bola De Nieve, Stan Kenton y La Lupe. Vive alli hasta el ’65, cuando decide regresar de nuevo a Nueva York. Su rol, principalmente es el de arreglista y no vuelve a grabar como director de orquesta hasta el 1995, debido a su colaboración con artistas de alta talla como Cal Tjader, Clark Terry, Gato Barbieri, Ringo Starr, David Bowie, Glenn Miller Orchestra, Mario Bauzá y Count Basie (laborando en las ultimas once grabaciones del pianista). Durante un espacio de treinta años, aporta un tesoro musical en el campo del jazz afrocubano, siendo además responsable por varias obras sinfonícas que han recorrido todo el hemisferio. En el campo de la radio y la televisión, su nombre es asociado con un sinnúmero de anuncios comerciales, programas y películas.
Sin embargo su inquietud lo lleva de nuevo al estudio de grabación, y en el ’95 Milestone Records lanza su primer disco compacto “Pure Emotion” (Pura Emoción), ganando el prestigioso premio GRAMMY. Su último disco llevó por titulo “Heart Of A Legend” (Corazón De Una Leyenda) y contiene catorce fabulosos temas, una formidable orquesta de dieciocho profesores y un elenco de artistas internacionales, tales como Paquito D’Rivera, Freddy Cole, Alfredo “Chocolate” Armenteros, “Puntilla” Ríos, Arturo Sandoval, Gato Barbieri, Israel “Cachao” López y Carlos “Patato” Valdés. La participación de todos estos baluartes logró que este disco fuera uno de los mejores de su carrera. De los arreglos se encargó el propio maestro Chico y la dirección musical se la encargó a su hijo, Arturo O’farrill Jr., un formidable pianista y heredero del trono y la batuta.
Luego de su muerte el 27 de junio del 2001, la empresa lanzó otro disco más; “Carambóla”; con música netamente cubana, para el deleite de los bailadores y de un sinnúmero de fanaticos y amigos del arquitecto del jazz latino. El pasado mes de junio se comemoraron los diez años de su fallecimiento, en la casa de su esposa y compañera Lupe, aquí en Nueva York. Como siempre, le doy gracias por haberme invitado y por su gentileza. Espero que este humilde reportaje sea no solo de su agrado, sino de ustedes tambien, y que me perdonen si se me ha quedado algun detalle sin mencionar.
TRAYECTORIA MUSICAL: DESDE EL BEBOP A LA FUSIÓN JAZZISTICA
Dicen que recordar es vivir, y que hacer música es un privilegio. Creo que el que lo dijo no miente. Sin embargo, debido al comercialísmo y a las demandas del mercado disquero, las composiciones musicales a veces son sometidas a reglas estrictas de armonía, aunque la libertad del compositor, en ocasiones, se esconde por estas restricciones. La excepción seria el género de jazz, que desde sus inicios en los prostíbulos de New Orleans ya le habia brindado al musico (tanto como al compositor), cierta libertad de expresión. De hecho, liberó no solo a los integrantes sino a los participantes de una restricción que intentaba instituir normas por las que todos debian de regirse. Como un reto a la perpetuación de actitudes de matiz victoriano, el jazz impactó dentro de la sociedad anglosajona; su orígen africano dejó una huella profunda. Esto quedó más claro que el agua durante aquella locura de los locos años veinte (the roaring twenties) y lo veo muy lógico, pues el jazz de aquella epoca era música de festejo, de baile, tal como lo fué la música nuestra. El jazz americano, en sus inicios, era como una rumba sin tambores, fuera del escrutínio de las autoridades racistas.
Este fenomeno se volvio a manifestar durante la epoca de rebeldía de los años cincuenta. El pueblo norteamericano había soltado sus inhibiciones y la libertad de expresión venía a toda velocidad, sin frenos. Chico O’Farrill lo comprendió mejor que ningún otro compositor o arreglista cubano, inclusive Dámaso Pérez Prado, quien sólo buscaba popularizar el baile del mambo. Sin quitarle su mérito, Prado se vinculó a la formula mágica y se hizo millonario, mientras O’Farrill se involucró en el desarollo de un género que perduró más alla de los años y que finalmente se escapó, volando por fuera de los muros del salon de baile, abriendo horizontes para el futuro, extendiendo aquel concepto musical más allá de los límites geográficos de nuestro continente.
Precisamente hoy, dentro de esa libertad (aunque ya muy lejos de aquella época) se encuentra el fenómeno de la fusión. Lamentablemente, el elemento fusionístico, por lo menos dentro de la corriente popular (mainstream), estuvo constantemente en guerra con lo que muchos le llamaron la “tradición” (y aún lo esta). Es aqui donde el arreglista se destaca y se vuelve un mandrake cualquiera. Sin lugar a dudas, Chico fué (y aún lo perciben asi) un personaje muy solicitado y privilegiado que vivía en dos mundos diferentes a la vez. Su mente creativa recibía influencias de varias razas, culturas y etnias, y aunque no se plantó en ninguno de los dos campos, vagó por ambos mundos como un espíritu libre. De tal manera, la síncopa y las sonoridades de la tradición cubana y el concepto armónico del jazz moderno se iban fundiendo en las ideas del maestro O’Farrill.
La verdad hay que decirla; el jazz afro-cubano fué su especialidad. Los grandes maestros e interpretes de la nueva ola musical de la urbe nuevayorquina lo buscaban para que Chico les diera luz a sus creaciones. En esencia, lo que los nuevos pinos (en la jerga cubana, los nuevos pinos significa la nueva cosecha) querían era colaborar con pleno derecho en el desarrollo de aquella metamorfosis y así definir el camino que deberían de tomar para llevar esa fusión a la popularidad. No era nada fácil, cuando miramos el panorama musical del pais en aquellos años. El público en general no comprendió la nueva fusión, y el jazz latino estuvo en decadencia por varios años. Con el tiempo se logró la transformación que muchos escépticos creian imposible, y afortunadamente estamos viviendo en la actualidad un renacimiento musical del híbrido jazz-latino. A la vanguardia de esa transformación estuvo Chico O’Farrill, pero ya nadie se acuerda de eso. Dicen que nadie es profeta en su tierra, y la triste realidad es que la Cuba que Arturo O’Farrill conoció en todo su esplendor no fué la misma Cuba que logró borrar su nombre del pentagrama histórico. Vaya, que caimán cruel!
Recuerden, no es fácil lograr en tan corto tiempo crear obras musicales o fundir géneros o elementos musicales a la perfección. Esa meta requiere cierta dedicación y el conocimiento de varias formas musicales, además de un estudio profundo de disciplinas como la armonía, el contrapunto y la orquestación. En lo que concierne al jazz afrocubano y en general a cualquier música basada en la improvisación que se cataloga como una composición musical instantánea, ahí esta el anteproyecto y el sello del maestro O’Farrill.
La acción de componer, o sea, de hacer una página de la música y reunir todos estos elementos dentro de una obra musical es un don muy especial que le pertenece al arreglista. En este mundo de computadoras y de pro-tools, cualquiera hace una grabación y la vende, pero no cualquiera puede crear música para concierto e integrarla con rumba de callejón. A los futuros privilegiados que se dediquen a la tarea de ligar varios elementos y hacerlos funcionar en un complejo musical de optima belleza se les requiere mucho más que el mero talento, se les requiere una mente genial. Todo intérprete, musico o compositor que se dedique a esta faceta de la música, o sea a la fusión, no solo cultiva y aporta a su desarollo, sino que inventa nuevas modalidades. Eso es el jazz latino. Hay quienes opinan (erroneamente) que no es nada más que una serie de solistas soplando para el deleite de ellos mismos. La cosa va más alla de eso, pues el jazz latino es el arte de armonizar e improvisar sobre los rítmos más complejos que existen. Es la fusión de Africa y de Europa.
EPÍLOGO
Mirandolo bien, el jazz latino ha sido el legado más bonito que nos dejó el maestro ARTURO “CHICO” O’FARRILL. Hoy, gracias a la diplomacia de su hijo Arturito, Cuba ha colocado de nuevo al arquitecto del jazz latino en sus archivos. Si tomamos en cuenta que el maestro O’Farrill ha sido uno de los más destacados compositores del siglo pasado, y echando las ideologías políticas a un lado, me parece muy lógico este reconocimiento.
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